11 septiembre 2015

[1] Día estresante

Por lo general el trabajo se termina convirtiendo en una rutina, ya que cada actividad que vas aprendiendo se va metiendo en ese ciclo rutinario, el cual una vez que se formo es muy difícil sacarla de ahí, porque gracias a esa rutina el trabajo sale, casi solo.
Obviamente hay distintos tipos de trabajos, los cuales no llegan a ser una rutina, porque cada día o cada cliente es un mundo aparte.
Yo he trabajado con público, de vendedor, cadete, cortador de entradas en espectáculos, con producción (ingresar una cantidad de archivos en un tiempo determinado), y administrativo. No soy muy bueno para los trabajos manuales, tampoco tuve la oportunidad de aprender, pero bueno, acá uno consigue el trabajo que puede.
En casi todos cree alguna rutina, tal vez no en todas las tareas, pero por lo menos en una si, y termina convirtiéndose en tu zona de confort esa rutina, zona de la cual uno no quiere salir, y a veces el subconsciente se pone en complot con la rutina, y ahí es cuando no podes salir nunca más, a no ser que venga alguien que lo pueda derribar a tu subconsciente con una llave de Aikido y así vos podes pelear contra la rutina.
Para muchos la rutina es una desgracia, se lo pasan diciendo, pero no hacen nada por salir de ella, y no se dan cuenta de ello. Yo tengo mis momentos, soy una persona muy vaga y eso me juega en contra a la hora de moverme para hacer cosas, siempre encuentro alguna excusa y para cuando quiero acordarme se me fue el tiempo.
En el trabajo de ingresar expedientes a la base de datos, me gustaba que fuera rutinario, tenia calculado cuanto tiempo necesitaba para terminar mi cuota diaria, sabía que momentos eran los mejores para ingresar lo mas rápido posible y así terminar con tiempo de sobra, algunos compañeros se reían de como volaban mis dedos, es que cuando ellos conversaban y se dispersaban yo ingresaba como un desquiciado, y después se daba vuelta la tortilla, yo tomaba mate muy tranquilo y pasando expedientes a una velocidad de uno por hora, mientras que a ellos le volaban los dedos, mas rápido que a mi, y era porque ellos tenían la presión del tiempo, esa misma presión que yo evitaba.
Para mi el mejor de los trabajos era uno que en la mañana atendía al publico y hacia tareas administrativas, pero en la tarde salía a hacer tramites, no lo disfrutaba al máximo, porque trabajaba en dos lados, y habían días que tenia que correr de un lado para el otro para poder hacer todas las vueltas, y así llegar a tiempo al otro empleo. Pero los días que no tenía esa presión los disfrutaba al máximo. Ese empleo era lindo, no por lo que me pagaban, sino por la variedad de tareas que había, la variedad de escapes, de oportunidades para cambiar esa rutina aburrida.
Hay otros trabajos o tareas que a veces te hacen desear volver a tener una rutina, el tener que completar un horario de trabajo y no tener casi nada para hacer, es lo peor, ocho horas sentado esperando que alguien entre y te traiga algo, y eso te puede pasar por varios días, pero tanta tranquilidad es un mal augurio, porque cuando llega la tormenta, llega con tutti, llega a full y te acribilla con una pila enorme de trabajo, trabajo que te agobia por tenerlo sobre tu escritorio, y lo peor es que hay cosas en esa pila que son para ayer, o sea, tenés que ponerte a laburar ya.
Esos mismos días florecen miles de expedientes en tu escritorio, aparecen los problemas que hay que solucionar en el momento, imagínate en un banco, tenés una pila de tramites para revisar y autorizar, de los cuales dos o tres son urgentes, sabes que lo podes manejar, sabes que los podes sacar en el día, pero se te aparecen entre cuatro y ciento cincuenta clientes del banco con problemas existenciales, que perdieron la tarjeta, que tienen que renovar un préstamo porque sino no tienen que comer el resto del mes, que les falta dinero en la cuenta, los que te reclaman porque les cobran intereses al usar la tarjeta en otro país, etc., etc., etc., un día insoportable, un día lleno de tensión, de preocupación, es ese día que no pudiste tomar ese café de todas las tardes porque entre cliente y cliente intentabas, sin éxito, solucionar esos tramites que tenias urgentes en la pila de tu escritorio. Esos días son muy, pero muy estresantes y sobretodo agotadores, (un síntoma de esta época, es que, en un día así, llegas al final de la jornada con batería en el celular),  pero hay una sensación, esa sensación cuando llega la calma, cuando ya no entran clientes al banco, cuando la mayoría de tus compañeros se fueron, empezas a sentir paz en el ambiente, sin tanto ruido, sin teléfonos sonando, sin gente murmurando, ese en ese momento que se te afloja el cuerpo, y ahí te sentís mejor, esa misma sensación la comparo con esos días de gimnasio que dejas todo ahí, esos días de entrenamiento que terminas verdaderamente fulminado, que liberaste miles de tensiones, que te salieron miles de muecas por el peso que estabas levantando, pero cuando terminas te sentís mejor, y a medida que vas recuperando la respiración y van reaccionando tus músculos, pensas, que valió la pena tanto esfuerzo y queres más. Para aquellos que no conocen esa sensacion les tengo otro gran ejemplo, es llegar al día más querido de la semana: el hermoso y más deseado por todos, hablo del sensual viernes.
Muchas veces ese estrés hace que uno se sienta mal con su trabajo, solo hay que intentar buscar la parte positiva a todo eso.
Yo estoy en un proceso de cambio, espero poder seguir así, y pelear por hacer lo que me gusta y sobre todo hacerlo con una meta a futuro, ya que esa meta te puede ayudar a que no te importe la maldita rutina.

No hay comentarios. :